Monday, December 3, 2012

Apuntes sobre el cambio de sistema en Cuba

Apuntes sobre el cambio político en Cuba
¿Es necesario un cambio? Personalmente considero que es la única opción si queremos lograr la felicidad y poder poner en función de nuestro bienestar, y el de la sociedad, todos los recursos humanos e intelectuales que poseemos. El actual sistema en más de cincuenta años ha comprobado fehacientemente que sólo es capaz de producir calamidad.
¿Dónde debe ser el cambio? El cambio del actual sistema político existente en nuestra patria deberá producirse en Cuba. Desde el extranjero se puede producir un apoyo importante, pero el pollo del arroz con pollo está en el caimán.
¿Quiénes deber hacer el cambio?  Los protagonistas tienen que ser los cubanos.  Existe una oportunidad formidable: los cubanos residentes en el exterior poseen una experiencia internacional muy útil y medios económicos que pueden ayudar al cambio; los residentes en la isla son la mayoría y tienen un gran peso por su fuerza política.
En la isla existe una pequeña disidencia interna admirable y heroica. En su contra tienen una aplastante represión del estado, muy pocos recursos materiales, y sobre todo  el miedo y el desaliento que invade a la mayoría. Esos cubanos representan la dignidad del cubano y nuestras tradiciones heroicas; pero sin lograr el apoyo de una masa crítica de cubanos dentro de la isla no podrán lograr mucho más a corto plazo. La inmensa mayoría de los residentes en la isla no los conocen, o tienen una imagen distorsionada de esos patriotas.  
Según un estimado de Julio del 2012, la población de la isla era de 11,075244 habitantes. De esa cifra el 12% tenía 65 años o más. Esa fue la generación que hizo la “revolución” o se involucró conscientemente en ella. Por supuesto, que no hablamos de la totalidad de ese 12%. El futuro de la población está en crisis, pues solo el 17% tiene menos de 14 años y el crecimiento de la población es negativo. Posiblemente ese es uno de los mayores retos en la isla.
Por lo tanto la población que puede protagonizar el cambio es el 71% de la población que se encuentra entre los 15 y los 64 años y que viven fundamentalmente en grandes centros urbanos.
La edad promedio de los cubanos en la isla es de 38,9 años. Estos son cubanos que nacieron y se educaron bajo un régimen totalitario. Muy pocos tienen educación religiosa, y la educación formal prácticamente ha dependido totalmente de la influencia familiar, y el ambiente social de la chusma  y la falta de respeto es patente en algunos sectores. Son ciudadanos que han visto como normal el participar en las actividades del sistema, porque era el único medio posible.  Por lo regular su información de la vida en el exterior es distorsionada.
La inmensa mayoría de esos cubanos en edad productiva ven las posibilidades de mejorar su nivel de vida, sólo en el extranjero o el trabajar vinculados al extranjero. Los recientes cambios en la política migratoria del estado cubano ha hecho de nuevo renacer una  ilusión que ha sido la misma que ha existido desde la revolución: poder salir.
Es importante poder comprender este contexto de manera objetiva y  ayudar a nuestros hermanos a vencer las condiciones que han marcado sus vidas sin ellos elegir esa opción. Sólo cuando puedan conocer y evaluar la realidad, es que se pueden considerar verdaderos responsables de sus actos.
Es necesario trabajar para crear  una masa crítica que permita el cambio en la isla. Mientras que los diferentes grupos de cubanos se rechacen entre sí está garantizada la continuidad del régimen. Si desde el pluralismo propio de la democracia no se logran identificar los puntos comunes, y prima sobre todo el respeto y el amor, será imposible un cambio.
En el exilio existen muchos cubanos que ya se conformaron con quedarse fuera de la isla. Han logrado cierta comodidad o forma de vida, han creado vínculos familiares que los atan ya a otras tierras y el cambio en la isla es un deseo, pero no su objetivo de vida. Viven en el resentimiento y se conforman sencillamente con rechazar a los cubanos que no coinciden con ellos. Se conforman con criticar por criticar, viven en el pasado aunque hablan en el presente. Se conforman con pequeñas victorias pírricas.
Considero eso es parte de la pluralidad. Pero en nuestras acciones y respuestas debemos tener muy claros cuales son los objetivos y trabajar en consecuencia. Las acciones que soportan la imagen de un exilio recalcitrante e intransigente resultan a la larga contraproducentes.

Estela Teresita Delgado

Wednesday, July 25, 2012

Adiós a un hombre de excelencia.
¿Y cómo uno se despide de un hombre de excelencia? Primero debo aclarar que no se trata de una celebridad, un famoso, un rico o un deportista internacionalmente conocido.
Si la excelencia se mide por la admiración, el respeto y el cariño de sus amigos, entonces este era un hombre extraordinario.  Y tenía amigos en diversas partes del mundo, de diferentes culturas, amigos por muchos años, de su vecindario, de su lugar de trabajo, por los padres de los amigos de sus hijos…
Si la excelencia se mide por la familia que uno construye, mi amigo fue de los mejores. Llevaba casi 30 años de casado y de este matrimonio con mi mejor amiga han germinado tres inteligentes jóvenes. Estos niños son como cualquier padre quisiera a sus hijos. Son respetuosos, inteligentes, educados, y se han graduado con honores de sus estudios.
Algunos miden la excelencia por los resultados profesionales. Cuando nos graduamos hace treinta años mi amigo vino a los Estados Unidos y comenzó a trabajar como camarero en una empresa de cruceros. Al fallecer era uno de los directores de esa empresa, que es la segunda más importante del mundo en su categoría. Su perseverancia, seriedad y estudios lo llevaron al máximo en el área profesional.
Pero creo que tal vez la excelencia más difícil se logra al saber morir. Desde que lo diagnosticaron con cáncer hizo todos los tratamientos que le indicaron, pasó por todos los dolores y pesares. No vi jamás desesperación en su rostro, ni renegó, ni se impacientó.  Y fue duro. ¿Cuan duro puede ser no poder respirar por tener los pulmones llenos de líquido?
Ese hombre fue un hombre de excelencia porque dejó un legado de amor a su paso. Creo que lo único que puede decirse en este momento es: Gracias.

Sunday, July 15, 2012


Nuestros fracasos y nuestros éxitos, nuestros errores y nuestros aciertos, lo bueno y lo malo que hicimos, todo eso es parte del pasado que no podemos cambiar. Todo lo vivido y hecho han sido peldaños para llegar al lugar a donde  estamos. Lo que importa realmente es quienes somos en este instante y hacia donde nos dirigimos. El día de tu cambio personal es hoy, y el momento es ahora. El pasado deber ser utilizado como un yugo, y puestos de pie sobre él deber verse en nuestra frente la estrella que ilumina y mata.

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso
De mí y del mundo copia suma,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Ésta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz se queda solo.


Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
¡Como que crea, crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,—
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
¡Se oye que un paso más sube en la sombra!


—Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.

José Martí