Adiós a un hombre de excelencia.
¿Y cómo uno se despide de un hombre de excelencia? Primero debo aclarar que no se trata de una celebridad, un famoso, un rico o un deportista internacionalmente conocido.
Si la excelencia se mide por la admiración, el respeto y el cariño de sus amigos, entonces este era un hombre extraordinario. Y tenía amigos en diversas partes del mundo, de diferentes culturas, amigos por muchos años, de su vecindario, de su lugar de trabajo, por los padres de los amigos de sus hijos…
Si la excelencia se mide por la familia que uno construye, mi amigo fue de los mejores. Llevaba casi 30 años de casado y de este matrimonio con mi mejor amiga han germinado tres inteligentes jóvenes. Estos niños son como cualquier padre quisiera a sus hijos. Son respetuosos, inteligentes, educados, y se han graduado con honores de sus estudios.
Algunos miden la excelencia por los resultados profesionales. Cuando nos graduamos hace treinta años mi amigo vino a los Estados Unidos y comenzó a trabajar como camarero en una empresa de cruceros. Al fallecer era uno de los directores de esa empresa, que es la segunda más importante del mundo en su categoría. Su perseverancia, seriedad y estudios lo llevaron al máximo en el área profesional.
Pero creo que tal vez la excelencia más difícil se logra al saber morir. Desde que lo diagnosticaron con cáncer hizo todos los tratamientos que le indicaron, pasó por todos los dolores y pesares. No vi jamás desesperación en su rostro, ni renegó, ni se impacientó. Y fue duro. ¿Cuan duro puede ser no poder respirar por tener los pulmones llenos de líquido?
Ese hombre fue un hombre de excelencia porque dejó un legado de amor a su paso. Creo que lo único que puede decirse en este momento es: Gracias.