El día de ayer fue
realmente gozoso porque recibí un gran regalo: el privilegio de participar en
un taller con el título arriba expuesto. Este intenso y emotivo taller fue
presentado magistralmente por el sacerdote Juan Carlos Paguaga, a partir del
texto de un libro con ese título que recoge varias homilías del entonces
cardenal Jorge Bergoglio.
Fueron muchos los
mensajes motivadores y las enseñanzas, pero me quiero referir en esta ocasión a
la observación de Maricela, una de las asistentes, sobre el llamado del papa
Francisco en Lampedusa. En esa oportunidad Francisco nos hizo un llamado a
recuperar la sensibilidad.
Lampedusa es la isla
más al sur del estado italiano, y se encuentra sólo a 113 kilómetros, unas 70
millas, de Túnez. La isla es pequeña, tiene solo unos 20.2 kilómetros cuadrados
(7.8 millas cuadradas) y cuenta con unos 4,500 habitantes.
La isa es el punto por
donde llegan gran cantidad de inmigrantes indocumentados procedentes de África
fundamentalmente. Se calcula que en los últimos 20 años han perdido la vida
25,000 desesperados que tratan de llegar a Italia en embarcaciones precarias.
Este fue el primer
viaje del pontificado de Francisco. A pesar de no estar planificado este viaje,
él quiso ir allí a orar y llorar por los inmigrantes que han muerto huyendo de
la pobreza, del hambre, de las guerras y de la persecución, el drama con el que
nos hemos acostumbrado a convivir. El viaje del papa se realizó al quedar
impactado por un naufragio en la isla, en el que los inmigrantes murieron
cuando con desespero intentaron salvarse
agarrándose a una red para pescar atunes.
El llamado a la
sensibilidad fue impactante, pues además el padre Paguaga acompañó el mensaje
con una diapositiva donde se mostraba una frase de Martin Luther King en 1965 “Lo preocupante
no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos” Como colofón en la noche vi una película
sobre la vida de la madre Teresa de Calcuta en EWTN, y en uno de los discursos
dijo:”… debemos defender a nuestros niños de la indiferencia”
He continuado pensando
sobre este mensaje. Nuestra capacidad de ser sensibles nos hace más humanos, y
por lo tanto más divinos. No creo que un tigre se pase la noche llorando por el
conejito que se comió, posiblemente duerma mejor por tener la barriga llena. Pero
uno ser humano normal siente remordimientos por haber actuado mal sobre otro
ser humano, es lo normal, y también se lamenta el mal que sufre un hermano.
Un
gesto de sensibilidad abre una avenida en dos direcciones. La persona que está
sufriendo la tragedia siente confianza de apoyarse en aquel es capaz de
comprender su dolor, y por lo tanto se abre a recibir ayuda; y el que es capaz
de sensibilizarse puede crecer en el espíritu y lograr grandes cosas.
Tal vez este mensaje
me llegó tanto porque los cayos de la Florida son el Lampedusa cubano, algún
día tal vez pueda conocerse cuantos cubanos han perdido la vida en el estrecho
de la Florida. Y en ocasiones parece que nos hemos acostumbrado a la tragedia,
y en ocasiones nos es más fácil el no intentar comprender las dimensiones del
dolor, tal vez inmersos en el dolor propio. Esa es la clave de la inmovilidad en la actualidad.
Doy gracias a Dios por
este profundo taller, y rezo porque la sensibilidad triunfe y la indiferencia
cese, porque eso será una muestra de lo que va avanzando el amor. Y el amor es el
ingrediente indispensable para una mejor humanidad y una nueva Cuba.
Estela Teresita Delgado