Los hijos de Jacob tenían envidia de su
hermano José y dice la Biblia que le habían tomado rencor. Ese fue el motivo
por el que lo golpearon, le quitaron su túnica y lo vendieron como esclavo. José
sufrió mucho inmerecidamente, hasta preso estuvo.
Pero ya sabemos que todo cambia en esta
vida. Años después los hermanos de José se ven en la necesidad de ir a buscar
alimento a Egipto por el hambre que había en su tierra. El momento en el que
los hermanos de José descubren que su hermano se había convertido en el
poderoso representante del faraón es impresionante. Dice la escritura: “Ellos
quedaron tan aterrados de verlo que no podían responder”.[1]
Ellos sabían perfectamente que lo habían sido viles e injustos.
Es entonces cuando la estatura de José
llega a su máxima expresión. Desde la fortaleza que le daba su riqueza y su
cargo dice: “Pero no se apenen ni les pese por haberme vendido, porque Dios me
ha enviado aquí delante de ustedes para salvarles la vida”[2]
José, el hijo de Jacob poseía una enorme
grandeza; de esas que son el fruto de la humildad y el perdón. Además, José
tomó la decisión personal de ser siempre fiel a su familia y su pueblo; y no
permitió que esa decisión fuera cambiada ni siquiera por el maltrato que
recibió de sus hermanos.
La
Biblia relata que la familia de José y su pueblo vivieron durante años en
bienestar gracias a la generosidad y protección de José.
En el exilio cubano hay muchos maltratados
como José. Muchos sufrieron la expropiación del fruto labrado por el sacrificio
de varias generaciones de sus familias. Gran cantidad vieron en el exilio la
única oportunidad de desarrollar sus proyectos personales porque las
oportunidades les eran dolorosamente negadas en su propia tierra. Fueron
demasiado los cubanos que salieron tras actos de repudio y acoso. Algunos
salieron tras largas e injustas condenas a prisión; y peor aún, algunos
salieron tras perder a un ser querido por haber sido asesinados injustamente. El
dolor y el resentimiento de muchos cubanos en el exilio son comprensibles
Son estas circunstancias extraordinarias
que nos permiten pasos de gigantes. Nos vemos obligados a decidir entre el amor
o el desamor. Debemos decidir si no permitimos que el régimen nos enfrente para
mantenernos divididos.
El exilio cubano está llamado a jugar un
papel vital en la reconstrucción de Cuba y sólo puede realizar su destino desde
el amor.
El exilio en una gran medida cuenta hoy con
una sólida formación religiosa y ética; posee reconocidos avances de los
conocimientos tecnológicos, estrategias de mercado y eficiencia empresarial.
Además, el exilio tiene los recursos económicos necesarios para contribuir a
sacar a nuestros hermanos cubanos del hueco donde se encuentran.
Y no implica lo anterior nada en contra del
objetivo de lograr justicia, porque como dice el salmo, la justicia y la
paz van de la mano. Debemos abrirnos al amor a millones de cubanos que son
aplastados sin ellos mismos tener conciencia de su tragedia y en su inmensa mayoría
no son responsables de la realidad que les ha tocado vivir.
Estela Teresita Delgado