La partida de
Naida
La semana pasada recibí la triste
noticia de la partida de Naida y sentí que había perdido a alguien mío. Y es que en tiempos donde se “pertenecía” al
sindicato o al CDR, en Cojímar nos dábamos el gusto de pertenecer a nosotros mismos
y nuestros vecinos. En mi barrio el concepto de vecino prevalecía por encima de
las posiciones políticas o como le tocara a cada cual ganarse la vida.
Hace algunos años era muy difícil
tener un teléfono en Cuba, y en la casa de los Presedo había uno, el que muy
amablemente nos ofrecieron. Dimos ese número para ser utilizado solo en casos
de emergencias, pero en algunas ocasiones recibimos llamadas en momentos
inapropiados. Nunca hubo una mala cara ni un mal genio, y siempre nos avisaron
de las llamadas, aunque eso implicara salir de su casa y tocar en la puerta
nuestra.
En mi barrio cada cual están en su
casa, pero en caso de necesidad los vecinos siempre se hacen presentes. Y Naida
estuvo ahí cuando partió mi mamá y en otros momentos importantes. Por eso
cuando iba a Cuba siempre visitaba a Naida y conversaba con Naidita, y
disfrutaba el conversar con ella y escuchar sus opiniones.
Recuerdo muy arreglada intentando salir en un
ómnibus público para visitar a una hermana creo que en Regla, o lamentándose
del triste estado de las cosas. Siempre intentando sobreponerse, hasta que se
cansó y se quedó encerrada en su casa.
Sus ideas eran muy certeras y brillantes. La
felicité sinceramente por el éxito de su paladar privado “Claro de Luna” y
mostró mucha objetividad cuando me respondió: “Bueno, Teresita, hasta que nos
dejen”. Y tuvo razón, por la envida y la mezquindad los mataron a multas,
inspecciones y presiones.
Fuimos vecinas por décadas y ahora
ha partido. Lo único que me queda decir es “que en paz descanse” y gracias
Naida, por la hermosa familia que formaste junto a tu esposo, y que está hoy,
como muchas familias cubanas, a ambos lados del estrecho de la Florida.
Estela Teresita Delgado
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