Friday, April 18, 2014

Viernes Santo en St. Agnes


Gracias a Dios tengo el privilegio de haber tenido feriado este día y fui a mi parroquia de St. Agnes para participar en la celebración de las estaciones de la cruz. Este evento fue en idioma inglés, pero no tuve dificultad en poder disfrutar, pues como escribí en un poema hace un tiempo “El no necesita diccionarios, El habla al corazón” Quiero  compartir tres grandes regalos que recibí hoy en esta jornada.

En un momento de la celebración  recordé algo muy sencillo: voy a la iglesia porque ahí soy feliz. No es porque me obliguen, no es por cumplir con alguien, es porque es algo que quiero hacer. Es el lugar donde lo mejor de mí brota y mi pensamiento se eleva. Tengo que agradecer a los sacerdotes, al personal administrativo y a toda la comunidad que hace de mi parroquia un lugar tan especial.

Otro momento feliz fue cuando me encontré con unas amigas. Es un privilegio conocer a personas tan hermosas espiritualmente Nos saludamos con sincero afecto. Realmente es un regalo encontrarse con  personas de excelencia: Emilia, Eneida y Paula.

Y algo muy especial me ocurrió. Estuve meditando las palabras del evangelio mientras iban transitando las estaciones presentadas por diversas familias de la comunidad. Entre una estación y otra una música perfecta acompañada de una voz extraordinaria cantaba el texto que aparecía en las pantallas: “Solo te pido que recuerdes cuanto te amo”.

Cuando comenzaron las estaciones pensaba que yo le cantaba a Jesús y le decía que se acordara de mi amor. Pero en un momento todo dio la vuelta. Al analizar las estaciones esa voz hermosa de pronto la sentí como si el Señor me pedía que no olvidara cuanto El me ama.

Recordé algo que me ocurrió en la tarde. Pasé por el Golden Gate Community Center y ví que estaban repartiendo comida para personas necesitadas. Es tremenda la generosidad de este pueblo y todo lo que hacen por los que menos tienen. Al pasar de nuevo mucho después vi a una mujer con los bultos, parecía que no tenía como salir.

Di la vuelta en u para volverme y entrar al parqueo. Al ver acercarse a la mujer no tenía aspecto muy limpio, las piernas estaban hinchadísimas, a pesar de no ser muy vieja si ha estado muy maltratada, todo su rostro está muy dañado.  Casi que me arrepiento por haber dado la vuelta, pero me dije: es Jesús. Le ofrecí el llevarla y la saludé con afecto, pero rechazó el viaje porque esperaba a alguien que la iba a recoger. En la celebración recordé que en mi humildad, soy realmente muy dichosa.

Gracias la doy a Dios por su inmenso amor, por su entrega en la cruz y por su madre que siempre ha permanecido con nosotros. Hoy es un día más que me siento feliz. Gracias Señor y perdón por lo poco que puedo hacer. “Señor, Tú que todo lo sabes, sabes que te quiero”

 Estela Teresita Delgado

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