Muchos que no conocen la realidad cubana miran hasta con
un poco de desprecio a los cubanos, y hasta consideran justo lo que les ocurre
porque no se rebelan. Los que así piensan no conocen las miles de cuerdas,
pinzas y cadenas que llevan a que el pueblo cubano no tenga ninguna confianza
en sus propias fuerzas, y consideran que por sí mismos no pueden cambiar la
situación.
La “magia” se logra con un cuerpo de leyes y reglas que
atan al individuo desde su nacimiento hasta su muerte en vida; y a lo anterior
se le un compromiso absoluto de las fuerzas armadas por medio de algunos
privilegios baratos, y la agresividad de la fuerza policial y el ministerio del
interior. A eso se le suma el control absoluto de los medios de comunicación y
de casi todas las instituciones sociales, tales como asociaciones
profesionales, e incluso en ocasiones parece que hasta las autoridades
eclesiásticas se doblegan. Son muchos los otros recursos que se usan, tales
como distorsión de la historia, mentiras, presiones para acceder a los trabajos
y los centros de estudios, en fin, muchos medios.
Los nuevos de la pandilla no tienen que pasar todo el
proceso, ya la experiencia acumulada hace las cosas más fáciles. En Venezuela
has ocupado las instituciones, y todos saben que la autoridad electoral está
totalmente al servicio del partido en el poder, que los militares los respaldan
y la jauría de motorizados mantiene a todos a raya.
Hace algunos años escuché en la radio de Miami a una
venezolana que dijo: “Eso le pasa a ustedes los cubanos, a nosotros no”.
Lamentablemente hoy sabemos que eso le
puede ocurrir A CUALQUIERA.
Las instituciones democráticas son la base de la
democracia, y en ese grupo juega un papel primordial los partidos políticos y
las instituciones tales como el congreso y el senado. Los miembros de esos
organismos de gobierno son electos por el pueblo.
En las sociedades democráticas los ciudadanos tienen el
deber y el derecho de exigirles a sus congresistas y senadores que discutan las leyes que defienden sus intereses; y
también los ciudadanos tenemos que apoyar a los que nos representan.
Esta semana se han dado muchas decisiones de la Corte
Suprema que han sido de vital importancia. No voy a referirme a si apruebo o no
esas decisiones, sino en el proceso en sí.
Ya en junio del 2013, cuando la Corte Suprema discutió el
Defense of Marriage Act de 1996, el juez Alito declaró: “Espero que la Corte
finalmente permita que el pueblo de cada estado decida el tema por ellos
mismos. A no ser que la Corte esté dispuesta a que esto ocurra, la fortaleza
del federalismo, es la opinión de esta Corte hoy, será despedazada en el
viento”.
Sin embargo, ahora un pequeño grupo de magistrados impone
su decisión sobre la opinión de los ciudadanos. Por ejemplo, en el estado de la
Florida había sometido a votación de todos los ciudadanos si aprobaban considerar
que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, y la mayoría de los
ciudadanos aprobaron el matrimonio tradicional. Ahora la Corte Suprema impone
un criterio por encima de la mayoría de los ciudadanos del estado.
Otro tema. Tal y como ahora está la ley de la salud, todos los que
pagamos impuestos tendremos que subvencionar a las riquísimas compañías de
seguro por las pérdidas en las que incurran por esa ley. Una enorme cantidad de
personas tienen que trabajar dos y tres trabajos para poder pagar sus cuentas,
a las que ahora se le añade un pago enorme por la salud. Existen muchos puntos
controversiales sobre los que hay que discutir, pero la Corte Suprema impone su
criterio sobre eso para “amarrar’ el trato.
Tenemos una opción: o defendemos la democracia y el valor
del voto, o dejamos que la Corte Suprema nos impongan los arreos.la Corte
Suprema (compuesta por individuos o electos) no puede tener la capacidad de ir
por encima del voto de los ciudadanos.
Exijamos a los
congresistas y senadores que levanten su voz en nuestro nombre, o pongamos en
sus puestos a quienes lo hagan.
Estela Teresita
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