En la Biblia se describe a
Goliat, un guerrero de los filisteos, como un hombre de unos dos metros de
altura. El gigante tenía una fortaleza descomunal, baste decir que la coraza
que lo protegía pesaba sesenta kilogramos y
poseía una lanza con una punta de bronce que pesaba 7 kilos. Debió ser
algo espeluznante.
Cuando Goliat retaba a los judíos todos temblaban, pero no David. El
jovencito recién llegado expresa una frase que produce asombro: “¡Quién es ese
filisteo incircunciso para que insulte a las tropas del Dios vivo!”
David era casi un niño y por supuesto, mucho menos fuerte que Goliat.
Muchos le trataron de hacer desistir y el volvió a decir: “De la misma manera
que Yavé me ha librado de las garras del león y de las zarpas del Oso, así
también me librará de las garras de este filisteo”
La confianza de David era total, rotunda, inquebrantable. El joven expresó
su seguridad que la victoria no dependía de una lanza o una espada.
Los cubanos por mucho tiempo hemos tenido falta de confianza en que podemos
derrotar a los hermanos Castro. Ese sentimiento está justificado, fueron muchos
los fusilados, los presos, la persecución, las delaciones. Ese es el único
motivo por el que todavía se han podido mantener en el poder.
Aún son pocos los valientes, pero
cada día son más. Y las cárceles no tienen una capacidad infinita. En cuanto se
llegue a una masa crítica la cantidad de personas que creen en la posibilidad del
cambio; y todos actúen al mismo tiempo,
ese día termina la tragedia.
Tengo confianza absoluta que la libertad de Cuba depende de la voluntad de
Dios, el sólo espera que confiemos en El, que la pidamos, y que actuemos en la
verdad. ¡Ya vamos llegando!
Estela Teresita Delgado
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