Saturday, January 3, 2015

Mi cabello






Cuando pequeña podría decirse que era rubia, pero no ese rubio donde el pelo casi llega a ser blanco, sino más bien dorado. Mi madre había hecho una promesa por mi salud a la Virgen de la Caridad del Cobre, por eso no me cortaron el pelo hasta cumplir los ocho años. De manera que tenía el pelo bastante largo y creo que bonito.

                Casi siempre me hacían un rabo de mula cuando me peinaban, de los que en algunos lugares le dicen rabo de caballo. Otro peinado frecuente eran las trenzas, las que siempre me han fascinado.  Lo que sí no se me olvida, es que el proceso de peinarme implicaba primero desenredar los nidos de gallina que se formaban con el viento fresco y juguetón de Cojímar, lo que me arrancaba fuertes alaridos que se escuchaban hasta bastante lejos. Reconozco que soy una floja para el dolor.  En aquel entonces no pensaba en las canas.

Al llegar a la adolescencia me encantaban las personas con rostro joven, pero que tuvieran el pelo blanco. No solamente las asociaba con respeto y distinción, estéticamente me parecían hermosas. Cuando descubrí mis primeras canas no me preocupé en absoluto, pensaba que me quedaba mucho por recorrer hasta que el cabello emblanqueciera totalmente. Pero cuando fueron  siendo abundantes, ay, mamá, llegó el tinte.

Realmente no soy muy buena en eso del tinte, por eso siempre procuré la misma marca y que no fuera demasiado barato, ni demasiado caro, y sobre todo, que se aplicara con facilidad.  Ya mi cabello no era rubio, sino castaño claro. Afortunadamente encontré un tono que me gustó y el que usé casi siempre. Poco a poco los combates se hicieron demasiado frecuentes, pero los continué porque tengo muchas hermanas jóvenes y sobrinos chicos  que no querían verme envejecer.

Ahora he llegado a una nueva etapa. No he adquirido distinción ni sabiduría, pero el pelo está prácticamente todo blanco. Esa es mi realidad. El aferrarme al color natural implica someter la cabeza a muchos químicos y no deseo pagar ese precio. Me he fijado en bellos tonos de blanco, en pelados que ayudan mucho, he incluso peinados atractivos.

En cuanto crezca un poco más el cabello y pueda eliminar lo poco que me queda de tinte, actualizaré la fotografía en las redes sociales y mi blog. Ya tengo casi todo el pelo blanco y he comprendido  que el color del cabello es solo una pequeña parte del yo. Además,  mientras tenga fuerzas procuraré disfrutar, en la medida que Dios me permita, este hermoso viaje que se llama vida.

Recuerdo un poema que aprendí de mi madre: “…lleva el volcán sus nieves en la cima, pero circula en sus entrañas fuego”

 

Estela Teresita Delgado

Enero 3, 2014
 
 
 

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