Tan sólo hace unas horas vimos las imágenes
del enfrentamiento violento entre ciudadanos cubanos en el marco de los
encuentros que se convocaron de manera paralela a la VII Cumbre de las Américas
en Ciudad de Panamá. Es importante poder analizar estos acontecimientos más
allá de las imágenes.
Lo ocurrido es lo mismo que les
ocurre a las Damas de Blanco cuando marchan por la 5ta Avenida de Miramar, en La Habana;
o lo que le sucede a cualquier manifestación pacífica de los disidentes.
Eso mismo ocurrió en los actos de
repudio convocados contra los ciudadanos que se fueron por El Mariel, los que
en algunos casos estuvieron acompañados con el proceso de tirar piedras y
huevos, pintarrajear casas, acoso a ciudadanos en sus casas, entre otras cosas.
También fueron ultrajados y castigados
los cubanos que decidieron salir de Cuba a comienzos de la Revolución.
Los mencionados anteriormente son
sólo ejemplos, la realidad es que todos esos actos son una manifestación de un
principio de la dictadura: aplastar a los ciudadanos que no se doblegan ante
ellos o que sencillamente no piensan
igual que ellos.
Existen otras formas que no llegan a
manifestarse con esa violencia, pero que resultan igualmente estranguladores.
Por ejemplo, el acceso a puestos de trabajo o estudio están condicionados al
encasillamiento de qué religión profesas, cual es la ideología del ciudadano,
en que organizaciones militan, su
orientación, su raza, su sexo, entre otras. Prueba de ello es el expediente
acumulativo del estudiante desde la primaria, y que en las solicitudes de
trabajo y estudios esos son requerimientos a contestar; y los mismos son verificados
en los barrios, centros de trabajo y escuelas.
Los exiliados también somos
reprimidos. Algunos no están autorizados a viajar libremente a su país, los
ciudadanos que pueden viajar tienen que pagar altas tarifas por el pasaporte y
por el permiso de entrada, pagan precios altos por las llamadas telefónicas, por
el envío de ayuda a sus familiares, entre otras cosas.
Es decir, los ciudadanos cubanos son
reprimidos violentamente si expresan sus opiniones, donde quiera que sea; y los
ciudadanos cubanos son también reprimidos aún si no expresan sus opiniones. Ese
es el origen la doble moral, del tener que vivir con la zozobra tomar riesgos a
cada instante, todas las horas, todos los días.
Algunos medios tratan de explicar el
hecho como una obstinación de los emigrados, otros hablan de un tema
generacional, de personas que se quieren quedar en el pasado. Ojalá y fuera
esto ya pasado, pero aún es tiempo presente lamentablemente, lastimosamente,
dolorosamente. Son jóvenes los balseros que mueren cada día y los que llegan
cada día, son jóvenes los presos disidentes, y son jóvenes la mayoría de los
que se quieren marchar de Cuba.
Podrán existir muchas cumbres,
podrán restablecerse relaciones con todos los países del mundo, si no existe
una reconciliación del pueblo cubano, no habrá paz para ninguna de las partes.
En la iglesia católica tenemos un
sacramento llamado del perdón, de la confesión o también se conoce como la
reconciliación. Muchos habrán visto en las películas, las comedias, las novelas,
o habrán leído alguna obra literaria que lo menciona. El objetivo del
sacramento es curar la herida que se ha producido por un comportamiento que ha
ofendido o dañado de alguna manera a otros y con ello hemos dañado a Dios y nos
hemos apartado de lo que El nos ha instruido
que hagamos.
Pero los que no son católicos no saben que esa
expresión es sólo uno de los pasos pero no es el único, y posiblemente ni
siquiera sea el más importante. El primer paso de toda reconciliación lleva
primero un análisis real y detallado de lo ocurrido. Luego es indispensable el sentir un profundo
dolor por lo que ha pasado y arrepentirnos de todo corazón. Entonces le sigue
el hacer el propósito de no caer en el mismo error. Por último, luego de la
confesión viene la penitencia, que es una acción que repare y compense por el
error cometido. Si no existe un arrepentimiento y un propósito de enmienda, no
puede haber perdón.
Lo que ha hecho y hace el régimen de
los hermanos Castro estuvo mal y está muy mal. Eso es la verdad. La represión a
los ciudadanos es algo inconcebible en la sociedad moderna. Ya sabemos que el
agua pasada no mueve molinos, la
historia es buena porque ayuda a comprender los errores y evitar algo similar
en el futuro. Pero no estamos hablando de agua pasada ni de historia. Esto es
presente.
Le ruego a Dios que ilumine la mente
y el corazón de todos los cubanos para que exista una clara compresión de
nuestra realidad, porque haya dolor sincero y profundo por lo ocurrido, porque
se enmiende lo mal hecho en lo que sea posible. Tal vez esté equivocada, pero lo ocurrido en
Panamá demuestra que estamos muy lejos aún de esa etapa.
Estela Teresita Delgado