Hace una semana que partió hacia la casa del padre
la mujer que me cuidaba cuando era pequeña, por la que sentía especial cariño y
consideración. Ayer fui a un sentido funeral por la madre de una compañera de
trabajo; y esta semana falleció de manera inesperada, un hombre joven de una
familia querida de mi pueblo. Sin
importar si la muerte era esperada o no, o la edad de las personas, en nuestras
culturas occidentales la muerte provoca un gran dolor por la separación de un
ser querido.
Al pensar sobre la muerte me he percatado que los
vivos discutimos ardientemente, nos ofendemos, nos descalificamos y mucho más
acerca del destino luego de la muerte. Nuestras opiniones están condicionadas por
factores religiosos, filosóficos, costumbres y creencias heredadas de nuestros
mayores y por muchos factores más.
Los católicos consideramos normal ese dolor ante
la pérdida. No obstante, tenemos la certeza que la vida no termina con la
muerte, sino que cambia de forma, somos algo más que cuerpo, somos también espíritu.
En el Antiguo Testamento (2Macabeos 40-46) Unos versículos
dicen textualmente “Porque si no hubiera creído que los que habían caído resucitarían,
habría sido inútil y ridículo orar por los muertos. Pero el presumía que una
hermosa recompensa espera a los creyentes que se acuestan en la muerte, de ahí que
su inquietud fuera santa y de acuerdo con la fe. Mando pues a ofrecer ese
sacrificio de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus
pecados.” Otras múltiples referencias en el Nuevo Testamento también respaldan
la práctica de orar por los que han partido.
Al final cada cual que pida sabiduría para
discernir, por mi parte me alegra saber que aun puedo hacer algo por mis seres
queridos que han partido: la oración en diversas formas. Con el favor de Dios
espero que un día nos reuniremos nuevamente en su reino.
Estela Teresita Delgado
No comments:
Post a Comment