Saturday, January 28, 2017

Enero de luto y de esperanza




Hace una semana que partió hacia la casa del padre la mujer que me cuidaba cuando era pequeña, por la que sentía especial cariño y consideración. Ayer fui a un sentido funeral por la madre de una compañera de trabajo; y esta semana falleció de manera inesperada, un hombre joven de una familia querida de mi pueblo.  Sin importar si la muerte era esperada o no, o la edad de las personas, en nuestras culturas occidentales la muerte provoca un gran dolor por la separación de un ser querido.

Al pensar sobre la muerte me he percatado que los vivos discutimos ardientemente, nos ofendemos, nos descalificamos y mucho más acerca del destino luego de la muerte.  Nuestras opiniones están condicionadas por factores religiosos, filosóficos, costumbres y creencias heredadas de nuestros mayores y por muchos factores más.

Los católicos consideramos normal ese dolor ante la pérdida. No obstante, tenemos la certeza que la vida no termina con la muerte, sino que cambia de forma, somos algo más que cuerpo, somos también espíritu.

En el Antiguo Testamento (2Macabeos 40-46) Unos versículos dicen textualmente “Porque si no hubiera creído que los que habían caído resucitarían, habría sido inútil y ridículo orar por los muertos. Pero el presumía que una hermosa recompensa espera a los creyentes que se acuestan en la muerte, de ahí que su inquietud fuera santa y de acuerdo con la fe. Mando pues a ofrecer ese sacrificio de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus pecados.” Otras múltiples referencias en el Nuevo Testamento también respaldan la práctica de orar por los que han partido.

Al final cada cual que pida sabiduría para discernir, por mi parte me alegra saber que aun puedo hacer algo por mis seres queridos que han partido: la oración en diversas formas. Con el favor de Dios espero que un día nos reuniremos nuevamente en su reino.

Estela Teresita Delgado


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