la Misa de este domingo leímos pasajes de las escrituras que me dejaron pensando durante todo este día.
En el Evangelio de Lucas leímos un pasaje donde el Señor nos indica que luego
de cumplir lo que se nos asigne digamos: “No somos más que siervos, solo hemos
hecho lo que teníamos que hacer.” De esa
frase percibo que realmente el deber no es opcional, y nada se debe esperar a
cambio de cumplirlo.
El problema radica en poder determinar cual es el deber. En Austria tuve un
profesor había sido parte del ejército nazi y había cumplido prisión luego de
la guerra. En los días que lo conocí se le otorgo un reconocimiento por sus
aportes académicos y nos comentó: “Hace más de treinta años me dijeron que me
daban una medalla por mi heroísmo y mi valentía, ahora me dicen que es por mis
aportes al turismo. Antes y ahora hice lo que consideré que era mi deber. Los terroristas que causaron la muerte de más
de 2000 personas civiles e inocentes con el derribo de las torres gemelas
pensaban que cumplían su deber. Los que golpean, maltratan y abusan de los
disidentes en Cuba piensan que están cumpliendo con su deber. Así las cosas, pudiera
parecer que el cumplimiento del deber no es algo bueno.
La respuesta a esa problemática la dio el sacerdote Michael Orsi al hablar
de la primera parte de ese evangelio relacionado a la fe, donde se pone de
manifiesto la importancia de tener fe al menos del tamaño de un granito de
mostaza. El padre Orsi nos llamó a no
igualar la confianza en las instituciones o los hombres y nuestras
expectativas, con el concepto de fe. Las
instituciones y las personas pueden equivocarse, nos pueden defraudar. La fe se
tiene solo en el Señor.
Las otras dos lecturas complementan el evangelio. Cuando el profeta Habacuc
se queja al Señor por todo lo negativo que estaba ocurriendo a su alrededor el Señor
le dice que la ayuda del Señor llega sin falta, puede tardarse y no llegar
cuando la esperamos, pero no fallara. Y en la lectura de la Carta a San Pablo a
Timoteo se nos dice que el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de
fortaleza, de amor y moderación.
Es muy importante que cada cubano en estos momentos comprenda que la fe y
la confianza la debemos poner en el Señor y que, si el actuar de una forma nos
traiciona a nosotros mismos y produce el mal de otros, ese no es el deber
verdadero. Los sistemas cambian, las instituciones cambian, pero lo que es
bueno y malo lo sabemos muy bien en nuestro interior y no debemos traicionar nuestra
conciencia.
Le pido a Dios misericordioso que ilumine la mente de nuestro pueblo cubano
en este momento difícil de nuestra
historia.
Estela Teresita Delgado