Los autobuses u
ómnibus en Cuba reciben el nombre de guaguas.
El trasladarse en guaguas es una
experiencia singular, no solo porque sea necesario esperar por ellas durante
varias horas bajo un sol intenso, estén sucias,
no tengan aire acondicionado lo que provoca que el calor dentro de ellas
en ocasiones sea infernal, ni por el ruido del motor, el sonido de radios, conversaciones de todo tipo, los
olores mezclados indescifrables y demás.
Lo verdadero único
es que la cantidad de personas que pueden entrar en un ómnibus, un número
misterioso que sería muy difícil de poder calcular. Luego que la persona logra
montarse en una de ellas, lo importante es conservar el espacio, y si es
posible mejorar. Lo ideal es poder aguantarse a un tubo que esté cercano, o
estar de frente a una ventanilla por donde entre aire fresco, o al menos cerca
de una de las claraboyas en el techo. Y una vez conquistado ese lugar, uno se
aferra a él con pasión.
Si alguien manda a
caminar hacia el fondo del autobús la respuesta por lo regular es: Camine usted, si quiere. A uno le
prometen que allí se podrá encontrar más cómodo, pero nadie quiere arriesgarse
y sigue agarrado del tubo. Si alguien quiere ir empujándolo a uno de poco a
poco para tomar su puesto, la persona se rebela con bravuconería: Oiga, échese para allá, que no soy colchón.
Se pudiera hacer un ensayo sobre el comportamiento en el autobús, pero todo
se reduce a conformarse con lo poquito a mano, el temor al cambio, el pelear
por el espacio individual, la agresividad hacia cualquiera que ponga en
peligros los pequeños logros obtenidos hasta el momento…Eso ocurre en la
sociedad cubana.
La camarilla gobernante ha trabajado durante décadas a que las personas
tengan un temor terrible a que el porvenir sea aún peor que el presente y el
temor al cambio sea enorme. Muchos se
aferran a lo poquito que tienen, porque es lo único que pueden vislumbrar a
corto plazo, y ese es lo que vale, porque el futuro siempre es incierto. Muchos
cubanos están “pegados al tubo” por falta de información, por ser la única
alternativa debido a situaciones familiares, personales o de otro tipo. Es
humano, es normal, y hasta es lógico, dadas las circunstancias.
De todas maneras, el futuro es para todos, para los que se sacrifiquen y
los que teman arriesgarse. Al fin y al cabo, el amor, incluso el amor a la
patria, tiene que ser siempre voluntario. Cada cual debe dar lo que puede,
tiene, y sobre todo lo que quiera. La lucha por la supervivencia nos toma mucho
tiempo, la ayuda a la familia requiere esfuerzo(al fin al cabo la patria es
primeramente la familia, los amigos y las cosas que amamos) Pero con que cada
cual haga lo que pueda es ya mucho; ya
sea con un análisis que ofrezca un ángulo diferente, compartiendo una
información que nos interese a muchos, dando comentarios en las redes sociales
que ayuden a que otros se sensibilicen.
Miremos con amor y tolerancia a los pegados al tubo porque la patria es de
todos.
Estela Teresita Delgado
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